viernes, 25 de marzo de 2011

La ayuda más rápida que puedes dar es ahorrar energía


(vía Flora y fauna)

En Tokio y zonas limítrofes, avisos de ahorro de energía son visibles por todas partes. Los apagones van y vienen, el servicio ferroviario ha bajado su ritmo, y los negocios usan menos luz. Los anuncios luminosos y los ascensores han sio desconectados, incluso algunos locales de pachinko han acortado sus horas de juego. En Twitter, una comunidad de diseñadores gráficos ha creado un montón de posters, animando a la gente a ahorrar energía. Este es uno de ellos.

En esta página puedes ver más carteles: Pink Tentacle.

Enlace al resto de carteles en tumblr (en japonés) Setsuden

miércoles, 23 de marzo de 2011

Mundos sin fin.


(Historieta de Juan Carlos Eguillor)

lunes, 21 de marzo de 2011

Es tiempo de ángeles


Peter Saville, New Order, Technique, 1989

Nunca. Quizás. Cómo saberlo. Quién sabe si corretean, cruzan, en vuelo rasante, el Mar de los Breves, el Ancho Mar de los Silbidos. Quién sabe si los acogerá en su totalidad la cúpula del trueno. O el Suponer. Quién sabe cuándo los dedos se dejan llevar por lo necesario o por el capricho, por el gusto o la forma de una mesa, de una taza de café, por un viento que dice algo más que mover las hojas. Nadie sabe de lo que es capaz un cuerpo, decían.

Niñas calabaza en Morelia o cerca del Liffey, con las alas pintadas en los muros de mar, donde los volcanes nevados, o donde las olas de piedra. En todas partes las plumas se agitan. Si hacen falta las alas. Tal vez.

Tatsuro Kiuchi, The Vienna Boy´s Choir/Hitoiki

Ocurre cuando el silencio reina y cuando está a punto de llegar la risa. Cuando una paradoja invade lo real y lo desactiva cortando los circuitos, los engranajes con un parpadeo nada ilusorio.

Sucede cuando la actividad se sobrepone al no hacer ni decir. O cuando, al contrario, se gana terreno a la marea de lo inacabable.

Pasa todo el tiempo sin pensar, el que rebosa planes del porvenir, futuras construcciones que habitan las certezas erradas.

Otto Sander in Wings of Desire (Wenders, 1987)

Pero sigamos caminado sobre nubes. Creándolas. Apagándolas. Sigamos midiendo el grosor del hielo y de las preguntas a punto de olvidarse.

En las alas de la canción, sobre ciudades de paso. Cerca. A ese lugar donde se accede de una forma -tan distinta- a transcribir un mensaje secreto.

¿Qué dice un cuervo que no dice nada?

martes, 15 de marzo de 2011



No les hablamos
de la Ley a las flores
de primavera
pero caen y se esparcen
y regresan al polvo


(IKKYU SOJUN (1394–1481), trad. de Aurelio Asiain. Imagen: "Monos en un árbol de caquis" de Mori Sosen (1747-1821))

sábado, 12 de marzo de 2011

No me alcanza el tiempo


(Muchas gracias, Rita Guerrero)

Quiero entenderte pero no puedo ir más ya
quiero darte todo pero no me alcanza el
tiempo

Todo tiene la grandeza grave de tu
corazón
pero es demasiado fuerte para
alcanzarte a ti

Tengo lo que más se parece al amor y
no sé
si realmente es la soledad lo que llevo
aquí

Te puedo ver en el espejo, te puedo
imaginar
llegando hasta el cielo pero no me
alcanza el tiempo

Entro a la calle una vez más
veo a la gente y es siempre igual
Creo encontrarte una vez más
dulces miradas me hacen callar

Quiero entenderte pero no puedo entrar
en ti
es angustiante todo ese dejo de frialdad

No es tan complicado todo como se ve
solo necesitas abrir tu corazón

Estás ahí y no te puedo tocar
soy fácilmente decepcionable, soy aire y
polvo

Me podría escapar y no sentir más tus
sueños
pero todavía no es suficiente lo que
tengo que soñar

Entro a la calle una vez más
veo a la gente y es siempre igual
Creo encontrarte una vez más
dulces miradas me hacen callar.

(No me alcanza el tiempo, Santa Sabina.
Imagen: Howl, Ed Ruscha, 1987)

lunes, 7 de marzo de 2011

De un país en llamas.



Contar palabras, observar acciones, esperar inicios, confirmar secretos, confiar en los dedos y la muñeca, marcar a fuego las nubes del cielo de plasma, incendiar el mar con tizas. Contar el tiempo. Respirar.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El robot del faro


Para Lucía

El mecánico-mayordomo solía contar una historia que iba modificando. Otras veces contaba también las razones para no escribirla, que también iban cambiando de aspecto, los motivos para los años que transcurrieron sin que nadie supiera de su existencia. El cuento habla de una carrera en la que se marca una línea sobre una plataforma. A un metro de esa frontera, una más profunda, una caída de centenares de metros. Nadie debía sobrepasar la línea. Nadie sabía del precipicio.Todos caen, excepto el robot del faro, el único que sabía lo que podía llegar a ocurrir. Desde arriba, empieza a dar consejos, según las habilidades de cada unode los participantes, que finalmente se salvan, sin excepción. A esa caída le llaman tiempo, solía finalizar ante el fuego, la linterna o el asombro..

Las nubes no reparan lo que está pasando en este arrecife.  Observan qué ocurre, sin intervenir hasta que llueve. Desde el acantilado miran las formas y sus contornos. Es la mejor hora del día, cuando no estás (como ahora, como después), y no piensas que vas a adivinar el resto de lo que sigue. Es la mejor hora de la noche. Sin pensar lo que se le olvida al viento, sin pensar que hay diferencias, que sólo hay posibilidades. Otra realidad manifiesta, una línea muy, muy tenue ligada desde entonces a este libro que se deshace las manos, cada vez vuelve a ser arena, chispazos que no llaman a la corriente.

El robot vuelve a mirar el jardín, sus verjas, las preguntas enredadas, y es, ese, casi siempre, el instante en que se va caminando; poco a poco, siguiendo un sendero de piedras,  a mirar las olas y escuchar sus voces.