lunes, 21 de marzo de 2011

Es tiempo de ángeles


Peter Saville, New Order, Technique, 1989

Nunca. Quizás. Cómo saberlo. Quién sabe si corretean, cruzan, en vuelo rasante, el Mar de los Breves, el Ancho Mar de los Silbidos. Quién sabe si los acogerá en su totalidad la cúpula del trueno. O el Suponer. Quién sabe cuándo los dedos se dejan llevar por lo necesario o por el capricho, por el gusto o la forma de una mesa, de una taza de café, por un viento que dice algo más que mover las hojas. Nadie sabe de lo que es capaz un cuerpo, decían.

Niñas calabaza en Morelia o cerca del Liffey, con las alas pintadas en los muros de mar, donde los volcanes nevados, o donde las olas de piedra. En todas partes las plumas se agitan. Si hacen falta las alas. Tal vez.

Tatsuro Kiuchi, The Vienna Boy´s Choir/Hitoiki

Ocurre cuando el silencio reina y cuando está a punto de llegar la risa. Cuando una paradoja invade lo real y lo desactiva cortando los circuitos, los engranajes con un parpadeo nada ilusorio.

Sucede cuando la actividad se sobrepone al no hacer ni decir. O cuando, al contrario, se gana terreno a la marea de lo inacabable.

Pasa todo el tiempo sin pensar, el que rebosa planes del porvenir, futuras construcciones que habitan las certezas erradas.

Otto Sander in Wings of Desire (Wenders, 1987)

Pero sigamos caminado sobre nubes. Creándolas. Apagándolas. Sigamos midiendo el grosor del hielo y de las preguntas a punto de olvidarse.

En las alas de la canción, sobre ciudades de paso. Cerca. A ese lugar donde se accede de una forma -tan distinta- a transcribir un mensaje secreto.

¿Qué dice un cuervo que no dice nada?

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